Ya venimos, cual hermanos,
a la cena del Señor;
¡Congreguémonos, cristianos,
respirando tierno amor!
En memoria de su muerte
y la sangre que vertió,
celebremos el banquete
que en su amor nos ordenó.
Recordando las angustias
que por nos sufrió el Señor,
dividida está nuestra alma
entre el gozo y el dolor.
Invoquemos la presencia
del Divino Redentor,
que nos mire con clemencia
y nos llene de su amor. Amén.