Si yo tuviera de la mañana
las raudas alas para volar;
yo muy contento me trasladara,
a las riberas de Canaán.

– – – – – – Coro: – – – – – – –
Ángeles blancos me llevarían
a la presencia de mi Señor;
y yo con júbilo cantaría,
con los salvados por su amor.

Allí no hay llanto, ni amargura,
y no se sabe lo que es dolor;
más todo es gozo y alegría,
allí es todo puro amor.

Vestidos blancos, palma y corona,
allí los salvos han de vestir;
y si ahora a Cristo sigo,
junto a Él he de vivir.

Allí no hay llanto, ni despedida,
y nunca, nunca se dice adiós.
porque la muerte ya fue vencida,
por Jesucristo, nuestro Dios.

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