Hay un precioso manantial
De sangre de Emmanuel,
Que purifica a cada cual
Que se sumerge en él.

El malhechor se convirtió
Pendiente de una cruz;
El vio la fuente y se lavó,
Creyendo en Jesús.

Y yo también mi pobre ser
Allí logré lavar;
La gloria de su gran poder,
Me gozo en ensalzar.

¡Eterna fuente carmesí!
¡Raudal de puro amor!
Se lavará por siempre en ti,
El pueblo del Señor.

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