Tú de los fieles, eternal cabeza,
De tierra y cielos divinal Señor,
Sobre tus siervos, abre con largueza,
Puros raudales de tu inmenso amor.

Ellos, al mundo tus preciados dones
Enseñarán; proclamarán salud;
Dales tu gracia, da a su corazones,
Por ornamento, santa rectitud.

Cuando los hombres con amor enseñen
De tu evangelio celestial verdad;
Su ministerio santo desempeñen,
Ardiendo el pecho en férvida piedad.

Sabiduría, mansedumbre y celo,
De Ti reciban y sagrada unción;
De salvar almas, incansable anhelo
Y el estimable don de la oración.

Al pecador con caridad corrijan;
Del flaco, sean eficaz sostén;
A los cansados, con amor dirijan,
Por los caminos de verdad y bien.

Brillen cual astros en tu diestra mano
Mientras en el mundo moren de dolor;
Y al poseer tu reino soberano,
coronas ciñan de inmortal fulgor.

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