En las olas inmensas
de embravecido mar
que asaltan de mi alma
la pobre embarcación,
de rodillas a Cristo
clamé y el huracán
deshecho fue al instante
a la voz de Dios.
– – – – Coro: – – – – –
Es Cristo la Roca, el ancla de mi fe;
los males, lamentos y ayes de temor,
terminan por siempre,
con mi supremo Rey;
es Jesucristo mi refugio.
Me guarda de peligros,
de pruebas, de dolor;
Él manda que los vientos
no agiten tempestad,
los mares se detienen, la ola reposó,
y en Cristo fijo el ancla,
confiando más.
Mi dulce Salvador,
sí, mi hermoso amigo y Dios,
que libra de tristezas
y aleja amarga hiel,
por fe yo iré al cielo,
mansión del Ser de amor,
la fuente inagotable de dicha y bien.